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La ciudad de Dios

todo, opinan que las almas de tal suerte constan de miembros terrenos y mortales, que de aquí les proceden los afectos de los deseos y temores, de la alegría y de la tristeza; en cuyas cuatro perturbaciones, como las llama Cicerón, ó pasiones, como muchos palabra por palabra lo interpretan del griego, consiste todo el vicio de la vida humana; lo cual, si es cierto, ¿por qué en Virgilio se admira Eneas de esta opinión oyendo en el infierno á su padre que las almas habían de volver á sus cuerpos, y exclamando: «¡Oh, padre mío! (1) ¿Es posible que hemos de creer que algunas de estas almas han de subir desde aquí á ver el cielo, y que han de volver á encerrarse en la estrecha concavidad de los cuerpos? ¿Qué deseo tan horrible y abominable es este que tienen de vivir los miserables?» ¿Por ventura este tan detestable deseo aun permanece en aquella tan celebrada pureza de las almas, heredado de los terrenos é inmortales miembros? ¿Acaso dice que no están ya limpias y purgadas de todas estas pestes corpóreas cuando otra vez principian á querer volver á los cuerpos? De donde se inflere que aunque fuera positivo lo que es totalmente falso, el que sea una alternativa sin cesar la purificación y profanación de las almas que van y vuelven, con todo, no puede decirse con verdad que todos los movimientos malos y viciosos de las almas nacen y provienen de los cuerpos terrenos, supuesto que, según ellos (como el famoso poeta lo dice), es tanta verdad que aquel horrible deseo no procede del cuerpo, de modo que al alma que está ya purificada de toda pestilencia y contagio corporal, y fuera de todo lo .

(1) Virgilio, lib. VI. Eneida; O Pater, anne aliquas ad cælum binc ire putandum est Sublimes animas? iterumque ad tarda reverti Corporal Que lucia miseris tam dira cupido?