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La ciudad de Dios

peetivo lugar), muy bien puede decirse que muere el alma porque no vive con Dios; pero que muera el cuerpo, ¿cómo puede suceder, si vive con el alma? No podria de otra conformidad sentir los tormentos corporales que ha de sufrir después de la resurrección. ¿Dirémos acaso que por cuanto la vida, cualquiera que sea, es un singular bien, y el dolor un mal, por eso tampoco debe decirse que vive el cuerpo donde el alma no es causa del vivir, sino de padecer con dolor? Asi que, vive el alma con Dios cuando vive bien, porque no puede vivir bien sino es obrando Dios en ella lo que es bueno; pero el cuerpo vive con el alma cuando el alma vive en el cuerpo, ya viva ella, ya no viva con Dios; porque la vida de los impíos en los cuerpos no es vida de las almas, sino de los cuerpos, la cual les pueden dar las almas aunque estén difuntas, esto es, desamparadas de Dios, sin que las deje la propia vida, cualquiera que sea, por la cual son también inmortales; mas en la última y final condenación, aunque el hombre no dejará de sentir, con todo, porque el mismo sentido ni será suave por el deleite, ni saludable por la quietud, sino penoso por el dolor, no sin razón la llaman mejor muerte que vida, y por lo mismo segunda, porque es después de la primera, con que se hace la división de las naturalezas que estaban juntas, ya sea de Dios y del alma, ya sea del alma y del cuerpo: así que de la primera muerte del cuerpo puede decirse que es buena para los buenos, y mala para los malos; pero la segunda, sin duda que como no es de ningún bien, asi para ninguno es buena.