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La ciudad de Dios

debe obviar el sabio. Pero la tristeza, porque es del mal que ya sucedió, son de opinión los estoicos que ningún mal puede suceder al sabio, y dicen que en lugar de ella no puede haber otra igual en su ánimo; así que, les parece que, fuera del sabio, no hay quien quiera, se goce y se guarde, y que el necio no hace sino desear, alegrarse, temer y entristecerse; y que aquellas tres son constancias, y estas cuatro perturbaciones, según Cicerón, y, según muchos, pasiones. En griego aquellas tres, como insinué, se llaman cupathias, y estas cuatro pathias.

Buscando yo con la mayor diligencia que pude si este lenguaje cuadraba con el de la Sagrada Escritura, hallé lo que dice el profeta (1): «no se gozan los impíos, dice el Señor»»; como que los impíos pueden más alegrarse que gozarse de los males, porque el gozo propiamente es de los buenos y piadosos, y asimismo en el Evangelio se lee: «todo lo que queréis que os hagan los hombres, eso mismo haréis vosotros con ellos», y parece que lo dice porque ninguno puede querer algún objeto mal ó torpemente, sino desearlo: finalmente, algunos intérpretes por el estilo común de hablar, añadieron todo lo bueno, y así interpretaron: «todo el bien que queréis qué os hagan á vosotros los hombres»; porque les pareció que era necesario excusar que ninguno quiera que los hombres le hagan operaciones no honestas é indebidas, y por callar las torpes, á lo menos los banquetes excesivos y superfluos, en los cuales, haciendo el hombre lo mismo, le parezca que cumplirá con este precep—to. Pero en el Evangelio citado en idioma griego, de donde se tradujo en el latino, no se lee lo bueno, sino quæcumque vultis ut faciant vobis homines, hæc et vos facite illis: «todo lo que queréis que hagan con vosotros los hombres, eso mismo haréis vosotros con ellos»: imagi(1) Isaias, cap. LVIII. Non est gaudere impiis, dicit Dominus.