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San Agustín

inhumanidad y el cuerpo de un imponderable pasmo y entorpecimiento». Por lo cual aquella que en griego Be llama apatía, que si pudiese ser, en latín se diría impasibilidad, si la hemos de entender (porque sucede en el ánimo y no en el cuerpo) de forma que vivamos sin los afectos y pasiones que se revelan contra la razón y perturban el alma, sin duda que es buena, y que principalmente debe desearse; pero tampoco se halla ésta en la vida actual, porque no son de cualesquiera, sino de los muy piadosos, justos y santos aquellas palabras: «si dijéremos que no tenemos pecado, á nosotros propios nos engañamos, y no se halla verdad en nosotros» (1).

Habrá, por consiguiente, apatía ó impasibilidad cuando no haya pecado en el hombre; pero al presente bastante bien se vive si se vive sin pecado que sea grave; el que piensa que vive sin pecado, lo que consigue es, no el carecer de pecado, sino el no alcanzar perdón. Y si ha de decirse apatía ó impasibilidad cuando totalmente en el ánimo no puede haber algún afecto, ¿quién no dirá que este pasmo ó entumecimiento es peor que todos los vicios? Por eso, sin que sea absurdo notable, puede decirse que en la perfecta bienaventuranza no ha de haber estímulo ó vestigio de temor ó de tristeza; pero que no haya de haber en la celestial patria amor y alegría, ¿quién lo puede decir sino el que estuviere del todo ajeno de la verdad? Más si es apatía ó impasibilidad no tener miedo alguno que nos espante, ni dolor que nos aflija, la debemos huir en esta vida si queremos vivir rectamente, esto es, según Dios: aunque de aquella bienaventurada que se nos promete para siempre, debemos desterrar el temor; porque el temor de quien dice el apóstol San Juan, «que en la ca(1) San Juan I ep., cap. I. Si dicerimus, quoniam peccatum non habemus, nos ipaus seducimus, et veritas in nobis non est.