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La ciudad de Dios

á perder toda la humanidad, que llegado á conseguir la verdadera tranquilidad: pues no porque alguna materia esté dura está recta, ó lo que esté pasmado é insensible está sano.



CAPÍTULO X

Si es creible que los primeros hombres en el Paraíso, antes que peoaren, no sintieron pasión ó perturbación alguns.


Pero muy á propósito se pregunta si el primer hombre ó las primeras personas (porque entre dos fué la conjunción y unión del matrimonio) tenían estos afectos y pasiones en el cuerpo animal antes del pecado, cuales no los hemos de tener en el cuerpo espiritual después de purificado y consumado todo pecado, porque si los tenían, ¿cómo eran tan bienaventurados en aquel tan famoso sitio de la bienaventuranza, esto es, en el Paraíso? ¿Y quién absolutamente se puede llamar bienaventurado que sienta temor ó dolor? ¿Y de qué podían temerse ó dolerse aquellos hombres en un colmo de tantos bienes, donde, ni temían á la muerte, ni alguna mals disposición del cuerpo, ni les faltaba cosa que pudiese alcanzar la buena voluntad, ni tenían cosa que ofendiese á la carne ó al espíritu del hombre en aquella dichosa vida? Había en ellos un amor sin perturbación para con Dios, y entre sí los casados guardaban fiel y sinceramente el matrimonio, y de este amor resultaba un inexplicable gozo, sin faltarles cosa alguna de las que amaban y deseaban para gozarlo. Había una apacible y tranquila declinación del pecado, con cuya perseverancia por ningún otro extremo les sobrevenía mal alguno que les entristeciese. ¿Acaso dirá alguno