Página:La estafeta romántica (1899).djvu/121

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
117
LA ESTAFETA ROMÁNTICA

ojos y privarme de ella, ¡pobre de mí! Ver- dad que Justina poseía un arte supremo para el disimulo, para hacerse agradable y nece- saria á las personas con quienes estoy obli- gada á vivir en paz, y se ha muerto la po- brecita sin que nadie sospeche que entre ella y yo había tan entrañable inteligencia en puntos muy delicados. Felipe ha sentido su muerte, y el día que la sacramentaron esta- ba muy afligido. Le agradecí mucho su pe- na, y ganó terreno grande en mi estimación. A los veintiocho años de casados, es triste, tristísimo, que mi marido tenga que hacer méritos para conquistar sentimientos míos, que debió poseer desde el primer día. Entre Felipe y yo hay un gran espacio vacío, gla- cial, que en tanto tiempo no ha podido Ile- narse ni encenderse con afectos. La vida co- mún no ha hecho más que poner en pugna. constante sus asperezas con las mías, sin li- marlas. ¿Tengo yo la culpa? ¿La tiene él? ¿Es culpa de los dos? Averígüelo quien quiera, pues ni Vargas creo yo que domine tan di- fícil averiguación. Por centésima vez te lo digo, querida Valvanera: yo no he tenido la suerte tuya; tu marido te resultó ajustado á tu sér espiritual. Hicísteis pareja feliz, con unidad de pensar, unidad de sentir. Las pequeñísimas diferencias pronto fueron des- truídas por el roce. A mí no me resultó ese bien tan grande. Y lo de hacer ó no hacer pareja es cuestión de suerte, créelo. Porque ni una piensa, ni los padres tampoco, y aun- que en ello pensaran rara vez acertarían. Los