hombres, dominados, tuvieron que ceder un poco, estirando la ronda, aunque el rodeo remolineaba más y más, y difícilmente le doblarían la punta por tercera vez. Si los animales blancos atraían con su pelaje alguna centella, se armaría la gorda.
Precisamente acababa de convenirse que el primer rayo diera la señal. Cesó el chirrío de los insectos, indicando la inminencia de la borrasca. Un picante frescor adelgazaba el ambiente y empezaba ya á gotear. Los baguales tumulteaban con mayor violencia, mas esto convenía ahora. Pronunciábase en huracán el viento; y apenas pasó en un remolino su primer polvareda, cuando en la llamarada de un rayo el aire se rasgó como una recia gasa.
Restalló un chubasco de azotes, dos mil cuatrocientos cascos partieron, y entre silbos flagelantes y clamores que los insurrectos palmeándose la boca trocaban en ululatos, precipitose la manada rajando la tierra, anudando en el boquete su torbellino.
Entró así en la noche, se volvió nube, fantasma á poco, rodó cuesta abajo hacia la muerte, peinándole las crines el ventarrón de la fuga, corcoveándole encima la tempestad, mientras el griterío azuzaba á los animales enloquecidos de horror