Y el niño partió á media rienda bajo los árboles.
Sorprendidos, los godos requirieron sus carabinas tirando al azar contra la fugitiva silueta; pero en ese instante llovió otra vez.
Cierta nube rezagada llegó enturbiando la tarde, un trueno en la punta, asperjando chorros de regadera, llevándose por los matorrales, á la rastra, los hilos sueltos de la lluvia. Y cuando pasó, el bosque separaba ya á los soldados del fugitivo.
Allá en la pulpería, los hombres de la montonera local apuraban desde el amanecer tinajas de chicha. Aprovechando una tregua, el pulpero sopló ese día la corneta de los jolgorios. Convidados por el son de ese cañuto á cuyo extremo encorvábase en pabellón el cuero de una cola, acudieron los insurgentes. El negocio arruinado por la guerra, liquidaba en tal forma créditos insolutos.
Así que votaron a la Pacha Mama su parte de licor y de coca, los bebedores entregáronse a su desenfreno con bestial avidez. Al mediodía la parranda arreció.