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Página:La guerra gaucha.djvu/92

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JURAMENTO

comentarios y sus agüeros, pues á bachillera nadie le ganaba para divulgar los tiquis miquis del vecindario. Así, la dama recobró su bienestar cuando, ya bueno el paciente, regresó aquella bruja á su rancho, rumbosamente pagada con una ternera de dos para tres.

Comenzaron, entonces, los eficaces ocios de la convalecencia, junto al catre del oficial, en coloquios de una dulzura casi triste. Él, por lo común taciturno, poco hablaba. Una que otra frase de gratitud alimentaba las conversaciones; pero ya los ojos se amistaban, así callasen las bocas. La mirada del convaleciente impetraba misericordias, desvalíase en mansedumbres a despecho de la situación ambigua. La otra respondía con esquiveces e indulgencias, ambas aquerenciándose más y más en la afición; pero frustrábanla ellos, pues la simpatía naciente antojábaseles deslealtad. Él se sabía prisionero, ella responsable ante la patria; y si uno lo encubría con altivez, la otra dimidiaba en la angustia su corazón, no acertando á preferir entre sus escrúpulos de patriota y aquella molitiva indolencia que la agobiaba como un mal.

En veces, en brusca conformidad, amañaban su destino. Atribulábalos la fatalidad; la pava con su dormilón murmullo adioseaba separaciones, y el aceptado sacrificio endurecíales el alma...