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»guo y legitimo el manuscrito de León. Espero que tomará el lugar deldifuntoel nuevo continuador de sus obras [1]

¿Cómo no habia de tomarle?—El P. La Canal aceptó con valentía el reto, y se propuso refutar al atrevido jesuíta y volver por la honra literaria de su digno antecesor y compañero.

Mas el hombre propone y Dios dispone: Masdeu murió, y la obra del P. La Canal, inapreciable como todas las suyas, duerme aún inédita en la Biblioteca de la Academia de la Historia [2]. Esta corporación, aunque muy ilustrada y laboriosa, opina, amigo Méndez, por lo visto, que solo el incrédulo autor de la Historia critica de España debia conocer el sabroso y eruditísimo escrito de aquel académico.

Y dicho sea con esto que aun permanece en toda su fuerza la descarada negativa de Masdeu, sin que nadie en el presente siglo, que yo sepa, haya tenido alientos para desvanecer las espesas sombras que rodean la gigantesca figura del prototipo de los hidalgos castellanos.

Repítanse a los burgaleses las palabras de Masdeu: ellos, señalando con una mano el Solar del Cid y con otra la urna que contiene las venerables cenizas del héroe [3], responderán al incrédulo con las entusiastas frases de un historiador moderno:

«Gloria de España será siempre haber producido al Campeador famoso, al paladín ilustre, al hombre hazañoso en las lides, al guerrero heroico, al capitan invencible, al subdito leal á su rey, cuyo nom»bre y fama se ha difundido por todo el orbe y se trasmitirá á todas las edades [4]

III.

Cantaban al Cid, desde el siglo XII, juglares y trovadores.mientras la historia se descuidaba en escribir los hechos del popular caballero.

Poro la leyenda del Cid, esa preciosísima, y sin par colección de romances que enriquece la literatura española, es también la leyenda del pueblo de Castilla. Aún recuerdo haber oido, en boca de una pobre aldeana que dormía á su hija, los siguientes versos:

»soltedes, padre, en mal hora,
»soltedes, en hora mala,
»que á no ser padre, no hiciera
»satisfacción de palabras.»

Los mismos, amigo Méndez, que se encuentran en el romance núm. 275 de la colección de Duran [5].

Séame lícito, por lo tanto, examinar al Cid bajo el aspecto de héroe de leyenda.

Y haciendo caso omiso, en gracia de la brevedad, de sus primeros años, véamosle ya como

»cabalga sobre Babieca
»y con él los sus amigos [6].

para acudir al llamamiento de Diego Lainez, su padre, que anhelaba «desfacer el entuerto» del conde Lozano. Desafía Rodrigo al conde con estas palabras:

»Non es de sesudos homes
«ni de infanzones de pró,
«facer denuesto á un fidalgo
«que es tenido mas que vos.
..................
 
«Non son buenas fechorías
«que los homes de León
»fieran en el rostro á un viejo
»y no el pecho á un infanzón [7]»


Amante el pueblo de todo lo que toca en maravilla, hace un poeta caminar al Cid hacia el sepulcro del apóstol Santiago y finge una aparición de San Lázaro en la persona de cierto pobre gafo, que se arrastraba por entre las malezas del camino exhalando quejumbrosos aves, á quien socorre el caritativo caballero. A

  1. Loc. cit.
  2. ¿Por qué no se ha publicado?
  3. Yacen en la capilla del Ayuntamiento de Burgos, trasladadas con solemne pompa, en 19 de Junio de 1842, desde el monasterio de San Pedro de Cerdeña.
  4. Historia general de España. por don Modesto Lafuente, t. V. (Madrid, 1851), part. 11, lib. 11, pág 22.
  5. Biblioteca de autores españoles.—Romancero general, coleccionado por don Agustin Duran, I. II, (Madrid, 1849), rom. 723, pág. 479.
  6. Biblioteca, etc., rom. 737, pag. 485.
  7. Biblioteca, etc, rom. 3, pág. 9.