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SUEZ.

DESCUBRIMIENTOS PREHISTORICOS,

EN GIBRALTAR.

I.

No porque sobre las cumbre-! del enhiesto Monte Culpe ondee victorioso el estandarte de la Gran Bretaña, dejaremos nosotros de considerar aquel codiciado recinto como parte integrante del territorio español, que los caprichos de la tornadiza fortuna retienen en manos estranjeras. No porque la hora de la reivindicación de nuestro derecho esté aun por sonar en el reló de los tiempos, podremos, cuando de Gibraltar se trate permanecer indiferentes Jí lo que allí acontezca. Podrá la colonia inglesa abrigar en su seno una civilización exótica, podrá regirse por leyes que no sean las nuestras; podrá, en fin, sufrir el yugo de autoridades estrañas á la madre patria, pero de todos modos, aquel so' y aquel aire, son el sol y el aire de España; aquella tierra es la tierra previlegiada de Andalucía.

Ha suministrado Gibraltar interesantes páginas á la antropología prehistórica de la península. Teníase noticia de que en algún paraje del disputado Peñón existían huesos, al parecer humanos, que fuertemente adheridos á la roca denunciaban una respetable antigüedad. López de Ayala en su historia de Gibraltar, había hablado de los restos fósiles del hombre , señalados en la caverna de San Miguel. Posteriormente, esto es, en 1797, el Mayor Laurie en su «Breve descripción» publicada en las «Transacciones filosóficas ue Edimburgo» y después los hermanos Hunter en «Memorias» contenidas en las «Transacciones de la sociedad real de Londres» y Cuvier en sus «Osamentos fósiles», fijáronse en las brechas huesosas del monte Calpe, estimándolas dignas de singular atención y especial estudio. En 1844 M. Smith en su «Geología de Gibraltar,» insistió en la idea y también nuestro amigo don Francisco M. Montero, hizo algunas, aunque breves indicaciones sobre la materia, en su muy erudita historia de la colonia.

Reservado estaba al capitán del ejército inglés, gobernador de las prisiones militares de Gíbraltar, M. Federico Brome, persona Sobre docta, de reconocida ilustración y diligencia, el iniciar el verdadero exámen científico de las antigüedades prehistóricas que allí pudieran conservarse, realizando una serie de descubrimientos paleoetnológicos de la mas alta y reconocida significación é importancia.

Hállase enclavado el establecimiento, que hasta hace poco dirigia M. Brome en la estremidad inferior Sur del Peñón, en una planicie que se levanta sobre el nivel del mar hasta 400 pies. Denomínase la localidad desde antaño, «Los molinos de viento» (Wind mill Hill) á causa de los que allí tenían los españoles, y geográficamente considerada, es la parte del continente europeo mas próxima al africano, circunstancia que ha hecho designarla con el nombre de «Punta de Europa.» Ocupan las prisiones una de las mesetas, entre las varias que á manera de bancales ó terraplenes van elevándose desde la misma orilla del agua hasta el flanco abrupto del Monte. Inclínanse los estratos calizos, que constituyen el terreno, en dirección oriental, mientras en el estremo Norte del Peñón, que es el más elevado, buzan del lado del Oeste. Colocada por tal manera la meseta, en una especie de eje anticlinal, podía esperarse que la exploración descubriese en su perímetro grandes grietas verticales. Con efecto, practicábase una escavacion con el propósito de construir un algibe para el uso del establecimiento, cuando los operarios á una corta profundidad dieron (era el 23 de abril de 1802) con una superficie irregular de caliza compacta, interrumpida por una abertura vertical de unos seis pies ingleses de latitud. Requería la fábrica en progreso, que el terreno se escavase hasta 14 pies y avanzando el desmonte, á los 9, dióse con una pequeña concavidad, y en su fondo con cantidad de huesos enmohecidos. Reconociólos un médico militar, y como espresara que correspondían á un individuo de la raza bovina, arrojáronlos en el estercolero, si bien más cauto el capitán Brome retuvo algunos, que examinados por el cirujano M. Logde, declaró terminantemente que procedían de un semejante nuestro.

Escítóse con esta declaración la curiosidad inteligente de Brome, y sospechando que la hendidura primitiva comunicaba con otra inferior de mayores dimensiones, vigiló cuidadosamente los trabajos, consiguiendo franquear el acceso á un espacioso hueco cubierto en parte de estalactitas y estalacmitas, y de donde se estrajeron con un colmillo de jabalí, fragmentos de cerámica, juntamente con conchas marítimas y lacustres. Estimulado el celo del ilustrado militar, esploró con detenimiento el antro, buscando el medio de proseguir adelante, que era lo que más deseaba. Hizo levantarla estalacmíta y con júbilo de lodos, mostróse otra abertura vertical que descendía hasta una profundidad de 200 pies, atravesando dos anchas cuevas ó cavernas. Registrado el corte se notó que las capas estalacmíticas se sobreponen unas a otras, mediando entre ellas horizontes de tierra rojiza que constituían una brecha huesosa, acompañada de huesos incrustados en formaciones de la propia estalacmita. Clasificados los últimos, resultaron pertenecer, por lo menos, á treinta individuos de nuestra especie de todas edades y de ambos sexos.

Recogió Brome tan curiosos objetos y sin abandonar la esploracion, comenzó á trazar el plano topográfico de las cavernas. Llegó el suceso á oídos del general gobernador de la plaza, Sir W. J. Codríngton, y comprendiendo que el hecho era de verdadera importancia para la ciencia, púsolo en conocimiento del ilustre geólogo inglés Sir Carlos Lyell. Ofició á la vez al ministerio de la Guerra, y tanto la Sociedad geológica, á quien este centro directivo trasmitiera lu noticia como Lyell, opinaron que la investigación debía proseguirse con el más esquísito celo, remitiéndose á Londres cuanto llegara á descubrirse.

El 21 de agosto de 1863 redactó Brome un luminoso informe, que con gran copia de huesos, balvas, instrumentos en sílex y restos de cerámica fue expedido para Inglaterra. Llegado el conjunto á su destino, entregóse al real Colegio de cirujanos, donde fue ampliamente examinado por M. Falconer y M. Busk, dos naturalistas de tanta ciencia como nombradía. Llamó el último la atención del mundo sabio acerca del suceso en las columnas del Reader, publicando con fecha 30 de enero de 1864, una carta que contenia en términos abreviados su opinión acerca del hallazgo. Despertóse dentro y fuera del Reino-Unido la mas legítima ansiedad, y persistiendo Brome en sus pesquisas, pudo el citado M. Busk , dar á la estampa en el Reader del 23 de julio siguíente, una segunda carta con detalles aun más interesantes que los consignados en la primera.

Refiérese en ella, que cuando se proseguía el estudio de los fósiles que Brome no cesaba de remitir, presentóse el capitán Sayer, autor de una reciente historia de la colonia, trayendo consigo varios restos humanos, procedentes de un punto colocado á 200 píes mas abajo que la meseta del Molino de Viento. Habían sido recogidos los restos á bastante profundidad, en una gruta cuya entrada existia en el jardín de sir James Cochrane. Asimismo anunciaba M. Busk que á la vez facilitaban M. Maire y el capitán Douglas Galton trozos de brecha con gran número de fragmentos huesosos, originarios, en parte, de la bahía de Rosia, pequeña ensenada no lejos de Punta Europa.

Incluía el capitán Sayer en su donativo un cráneo humano casi intacto, faltándole únicamente la mandíbula inferior que había sido reemplazada con la de otro individuo. Según Busk, el cráneo con el mayor número de los huesos que le acompañaban, yacía incrustado en una resistente masa de estalacmita, de algunas pulgadas de espesor en determinadas partes, lo cual demostraba que la materia había ido depositándose con gran lentitud y reposo. Separada la ganga, ofrecióse el hueso limpio y compacto, resultando ser un pequeño cráneo redondo de proporciones simétricas. Sin que los sabios que lo examinaron se atrevieran á emitir un juicio definitivo, no habiendo hecho aun las necesarias confrontaciones, afirmaban resueltamente que en cierto sentido el cráneo era interesantísimo, tanto por sus caractéres pitecoides cuanto por la coincidencia de aparecer asociado á huesos de la estremidad inferior del cuerpo con formas tan monstruosas y anormales, que con justicia habían escitado la admiración de los mas distinguidos anatómicos.