Una mujer que ríe; mas á su mente asombra
Fatal reminiscencia, y en su dolor la nombra
«¡Liviana criminal!»
Ante sus puertas llega el mísero mendigo
Con apagado acento causando compasión:
El rostro reconoce del olvidado amigo:
Antes fué grande, y ora pidiendo está un abrigo
Transido de dolor.
¿Qué, todo, todo vuela cual ave amedrentada
Que por los valles cruza perdiéndose fugaz?
¿Y el esplendente brillo que el alma enagenada
Contempla ¡ay! es tan solo una fantasma helada,
Una ilusión no más?
Todo se estingue, muere, como en la tarde amena
El último reflejo del moribundo sol;
Sucédense la calma, el tedio que envenena,
Marasmo que de acibar el corazón nos llena,
Sollozos de dolor.
Vosotras las sensibles, las lánguidas mujeres
Que haceis de la existencia espléndido vergel,
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Poesías de Cuellar.