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LA MAESTRA NORMAL


testar. ¡Las miserias que pasó durante los dos años que le faltaban para recibir su titulo de maestro normal! Los amigos, casi tan pobres como él, le sostenían de lástima. Toda su ropa exterior fué, durante los últimos tiempos, un chaqué raído y lustroso. Era un chaqué como los que usaban muchos de sus compañeros de escuela, una de aquellas prendas que se hicieron famosas en todo el Paraná. ¡Lo que se habrán reído las muchachas de los célebres chaqués de "los normales"! Por fin se recibió. Era el mejor alumno de la clase y consiguió fácilmente la primera vacante de maestro primario. Cinco años después, cuando tenía veinticuatro, un diputado nacional, primo hermano de su padre, el único amigo que éste llevara a su hogar clandestino, le hizo dar un empleo en Buenos Aires, en el Ministerio de Instrucción Pública.

En Buenos Aires su vida cambió completamente. Su retraimiento y su afición al estudio desaparecieron ante el desborde de los sentidos que, después de tantos años de relativa inacción, reclamaban ahora su desquite. Durante los primeros meses de Buenos Aires se aburrió. Sus conocidos eran todos maestros y profesores normales, gente laboriosa y ordenada. El deseaba divertirse, tener aventuras. Seguía por las calles a todas las mujeres que le miraban; pero jamás se atrevió a hablarlas. Fué asiduo a los cafés cantantes de la calle 25 de Mayo, adonde le llevara su vecino de cuarto el estudiante de medicina Marcelo Aguiar. La sensualidad baja de aquellos lugares le atraía poderosamente. Imaginaba que los cantos y les gestos obscenos, las músicas canallescas, la explosión de cinismo, no tenían otro objeto que hacer olvidar la vida. Aquel espectáculo le volvía triste, y, al par que le repugnaba, le iba hundiendo en el vicio subalterno. Frecuentaba hasta el exceso los sitios en que se vendía el placer; llegó a emborracharse. Había olvidado por completo su afición al estudio y ya ni leía ni escribía.

Una noche se encontró en el Royal Keller con Miguel Saavedra, uno de sus compañeros del Ministerio. Solís se hallaba en un profundo abatimiento, en uno de aquellos períodos lamentables que sucedían a sus borracheras.