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LA MAESTRA NORMAL


ganas de hablarle a doña Críspula, de contarle todo. Pero, ¿no sería mejor conversar antes con la niña?

Y fué al cuarto de Raselda. Todo estaba revuelto, las ropas por el suelo, una silla volteada. ¿Dónde estaba la niña? La buscó por toda la casa, no la encontró. Corrió entonces a despertar a doña Críspula.

— Señora, la niña se ha ido... no está en niguna parte...

Doña Críspula saltó de la cama y voló al cuarto de Raselda. Había huido, no cabía duda. Buscaba alguna carta cuando vio un trozo de papel. "La espero en la est..." "...me un carruaje..."

—¡Se ha ido con Galiani! ¡Era el miedo que yo tenía! Y arremetió contra Candelaria llamándola bruta, infeliz, estúpida y pellizcándola en los brazos. La muchacha se echó a llorar.

Doña Críspula salió a la calle como loca. Faltaba un cuarto de hora para que partiese el tren ; aun podía llegar a tiempo. Pasó un carruaje y subió.

— A la casa de don Nilamón — gritó al cochero.

En la casa del médico llamó con el aldabón furiosa- mente. El médico, alarmado, salió a abrir. Estaba de zapatillas y guardapolvos.

— ¿Qué pasa?

— Raselda huye... con Galiani... hay tiempo...

Don Nilamón, sin averiguar más, saltó al coche.

—¡A la estación!

El coche volaba.

—¡Dios mío, ojalá lleguemos!

—Faltan cinco minutos — dijo el médico como hablando solo.

—¡Jesús! ¡Perdida para siempre!

— A veces el tren demora en salir...

Los caballos, cansados, disminuyeron su marcha.

—¡Más ligero, badajo! — gritó el médico al cochero, olvidándose de doña Críspula.

Llegaron. Don Nilamón saltó del coche, salió al andén, buscó por todas partes. La gente le miraba con asombro.