Página:La maestra normal.djvu/39

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escuela — dijo en tono seco y autoritario que dejó a Sólís un tanto cortado.

Los recién venidos ocuparon las sillas de la vereda. La luna llena comenzaba a rodearse de un halo amarillento y opaco. En la plaza, dentro de la sombra que bajo la arboleda se espesaba, movíanse algunos vestidos claros. Voces femeninas traían fragmentos de palabras. Los puntitos de luz de los cigarrillos interrumpían, por instantes, la ancha sombra. Los pocos carruajes que se estacionaban frente a la confitería, se alejaron. La montaña se destacaba, morada y maciza, sobre el fondo claro del cielo.

Hablaron de los calores que hacía, de los pequeños progresos de la ciudad, de algunas cosas que ocurrieron en ausencia del Director. Era una conversación apagada y fría. Inútilmente trataba Pérez de animarla. Pero ¿dónde hallar un tema interesante? Solís sentía el retorno de aquella lasitud que le invadía casi diariamente, desde su llegada a La Rioja. Se preguntaba si serían así todas las conversaciones, si no habría algo que satisficiera a su espíritu. Deseaba que llegaran otras personas, esos "intelectuales" a que aludió su amigo con ironía. Luego se habló del Paraná, en cuya escuela normal habían estudiado, aunque en épocas distantes, el Director y Solís. El recuerdo del Paraná transformó a Solís. Tomó él la palabra y habló largo rato de su ciudad natal, de los paisajes que la rodeaban, del río en cuya belleza enorme y salvaje había aprendido a sentir la poesía de la naturaleza. El Director parecía dar poca importancia a eso. Recordó la antigua escuela, tuvo frases de veneración para Torres, su viejo maestro, y suspiró. Luego dijo:

— De la escuela del Paraná salían en aquellos tiempos verdaderos educacionistas. No cómo éstos de ahora...

Don Nume escuchaba religiosamente.

Pérez, que se había levantado y se paseaba por la vereda con las manos en los bolsillos, entró en la botica y dirigiéndose en la oscuridad a uno de los frascos grandes, sacó una pastilla que se zampó en la boca. Don Nu-