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LA MAESTRA NORMAL 45

ya entrada en años, con largo tiempo en la escuela, muy celosa en el cumplimiento de su deber. Lo que había sucedido era lo siguiente: Hacía seis meses, no tanto, sólo cinco y medio, una alumna de familia humilde, parienta de la celadora, había comenzado a aceptar los "vergonzosos" galanteos de un profesor. La celadora se irritó por tal audacia e impudor, e impulsada por el deseo directorial amonestó a la "incauta niña". Pero ésta no cambiaba de conducta, y la dirección se vio obligada a expulsarla. En cuanto al profesor, había sido apercibido mediante una severa nota. En las vacaciones, y no siendo ya alumna de la escuela dicha niña, el profesor continuó cortejándola. Se había dicho por ahí que entró una noche en la casa y en el cuarto de la muchacha. No constaba que fuese exacto pero ya se habían iniciado las averiguaciones necesarias. De todas maneras, por nota de la fecha, se solicitaba al ministerio la destitución del profesor.

—Esto es lo que hay respecto al primer punto. En cuanto a las orgías...

—¡Qué orgías ni qué badajo! — interrumpió don Nilamón, que no podía más.

Y levantándose furioso, golpeando el suelo con el bastón, increpó al Director.

—¿Con qué derecho se entromete en la vida privada de sus profesores? Si la muchacha no es ya alumna de la escuela, ¿qué le importa a usté lo que el profesor haga con ella? ¿O quiere usté que sus profesores sean castos como las camisas de sus colegialas?

Y volviéndose a la vereda se sentó refunfuñando. Luego esgarró y envió la escupida como un balazo, hasta el medio de la calle.

—Los profesores —repuso el Director dogmáticamente— deben ser ciudadanos modelos.

—¡Bah, bah, bah, músicas! — decía don Nilamón, abanicándose violentamente con el sombrero.

—Si ellos —continuó el Director— se conducen incorrectamente, los jóvenes, sobre todo, en estos pueblos