Página:La maestra normal.djvu/70

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida

tA MAESTRA NORMAL 67

a andar con su trotecito desganado que concertaba exactamente con la idiosincrasia de su dueño. Solís y Pérez tomaron un carruaje.

—¿Adonde vamos? — preguntó Pérez.

—Por afuera, a los alrededores — gritó Solís al cochero. Y fueron a los arrabales. El carruaje se internaba en callejones estrechos y torcidos, orillados de ancochas, de talas y chañares. Algunos callejones eran anchos y te- nían en el centro, o en un costado, una acequia. En el angosto canal de las aguas corrientes se bañaban, desnudos, algunos muchachos. Muy pocas viviendas había en aquellos lugares. Eran ranchos de techo horizontal, de ramas y paja, con un vasto y bajo cobertizo formado por las parras y que llegaba hasta el sendero. Una intensa sensación de frescura se desprendía de aquellos sitios. Bajo los parrales las familias comían naranjas o toma- ban mate. Solís se sacaba el sombrero para gozar plenamente del aire puro. Pasaron luego por una calle de álamos blancos, cuyos troncos altos, elegantes, parecían las columnas de una Alhambra irreal.

Volvieron a la ciudad. En todas partes había ruinas. Eran paredones negros, de adobe, y daban a la ciudad un aspecto extraño. En pleno centro se veían también ranchos miserables con cercos de ramas. Junto a un mercado había un templete circular, pintado de colores chillones. Eran, según informó Pérez, las célebres letrinas construidas durante el gobierno municipal de don Nume. El carruaje seguía dando vueltas y vueltas. Pasó frente a las ruinas de una iglesia, y luego frente a otra iglesia de forma tosca, edificada con grandes piedras informes entre las cuales las junturas trazaban originales líneas. Era un templo de varios siglos, el único edificio que había resistido a la devastación de los temblores.

Luego, al pasar frente a un convento, dijo Pérez:

— San Francisco, donde vivió San Francisco Solano. Bajaron frente al convento. Pérez, que conocía a los Padres, pidió permiso para entrar. En el viejo patio había una galería con arcadas, y en el centro se mantenía