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296 — La media naranja

secreto llorando su ingratitud; si hubiera Vd. visto las que he derramado al escribir esta tarde esos versos que el amor sólo me ha inspirado, convirtiéndome hasta en poeta; esos versos en que Vd. no reconoce la voz de mi alma!.... Qué más? Si Vd. viera las que en este instante quieren brotar de mis ojos, y por vergüenza de tal debilidad estoy conteniendo....

— Si yo le viera á Vd. llorar, dudaria algo menos de sus palabras; el hombre sólo llora por amor ó por orgullo.

Alfonso sondeó su corazón á ver si encontraba alguna lágrima perdida para forzarla á salir como de un pozo artesiano á sus enjutos lagrimales. Aquella lágrima hubiera sido de gran efecto; pero hacia más de diez años que se habia secado el raudal en el desierto de su corazón ambicioso y egoísta.

— Yo no lloraré, Clara, porque esto es indigno de un hombre; pero exíjame Vd. pruebas y todo género de sacrificios, y me hallará dispuesto á hacerlos por este amor que me mata y desespera. Ojalá pudiera arrancar de mi corazón la imagen adorada de Vd.! ¡Ojalá pudiera ahora mismo arrojarla con desden á los pies de usted y decirla: ahi tiene Vd., ingrata; soy libre, son feliz, nada le debo á Vd., ni aun el sacrificio de una credulidad, ni aun la esperanza de una correspondencia! Amar y no ser amado es un tormento, Clara; pero amar y no ser creído es una crueldad que Vd. no puede comprender. ¡Es Vd. terrible, Clara: no tiene Vd. corazón!

Pronunció Alfonso estas palabras poniéndose la mano sobre el pecho, y con expresión tal de verdad y tristeza, que Clara conmovida respondió:

— No, Alfonso, no es que no tenga corazón; es que tengo demasiado corazón, y un desengaño sería para mí una herida mortal. El día en que yo creyese en el amor de un hombre, no habría en el mundo mujer más apasionada, más vehemente, más ciega: mi amor, mi locura, mi felicidad no tendría límites. Este corazón, que Vd. llama de hielo tantas veces, abrasaría al hombre que me lo arrancara con su mano.

— Y ¿no llegará ese día en que crea en mí?

— Yo quiero creer que es verdad lo que me dice. Lo creo.

— Oh, Clara!....

— Lo creo bien, si; pero no basta. No me basta creer en la verdad del afecto que Vd. me manifiesta; necesito creer en otra cosa.

— En qué?