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384 — La media naranja

— No es nada, Alfonso. Está Vd. temblando de miedo. Cálmese Vd. No tengo nada, estoy buena, perfectamente curada. Esto que cree Vd. veneno es, por el contrario, un remedio que me ha curado de una enfermedad que empezaba á padecer.

— Qué enfermedad?

— La credulidad. Ayer tuve un ataque de credulidad; empecé á creer en sus palabras de Vd., en sus protestas, en su amor; pero Vd. mismo me dio la receta. En sus versos me indica Vd. el modo de poner á prueba el amor de un bombre. He querido ver si habia un hombre capaz de morir por una mujer; pero he visto, lo que ya sabia; que son VV. muy ligeros de lengua y muy pobres de corazón.

— Luego, todo esto ha sido una burla?

— No: ha sido que he querido pagar su amor de Vd. en la misma moneda. Usted me representó anoche una comedia al dirigirme una pregunta, y he contestado con otra comedia.

— Clara! le juro á Vd

— Basta de farsa, Alfonso. Usted ha demostrado que es un gran actor cómico; pero como Vd. vé, yo soy mejor actriz dramática. Usted no logró engañarme, y yo, confiese Vd. que le he hecho temblar de miedo. No es verdad? Si Vd. quiere, en mi teatrito podemos representar, porque somos dos admirables actores.

Alfonso estaba corrido, abrumado bajo el peso de aquella ironía.

— Convengo en que Vd. ha fingido admirablemente; pero ¿quién le ha dicho á Vd. que yo he mentido?

— Usted mismo.

— Yo!

— Usted Alfonso: Vd. me dijo que sus versos eran la expresión más pura de su alma: empezaba á creerlo, cuando un libro, llovido del cielo, si, del cielo sólo pudo venir, llegó para descubrirme la falsedad de Vd. Usted quiso reírse de mi; pero yo me he reído más á costa de Vd.

Y Clara, sacando un papel del bolsillo, se le entregó á Alfonso, diciendo con risa burlona:

— Tenga Vd. sus versitos para engañar á mujeres más inocentes y crédulas. Yo no los necesito, porque ya me han curado, y además los tengo aquí impresos en letras de molde.

Y sacando de un cajón de la mesa, el tomo de poesías que ya conocemos, le abrió por una página señalada, y se la presentó