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388 — La media naranja

á Vd. en secreto; que con un anteojo la está á Vd. mirando siempre; que todos sus versos están dedicados á Vd.; que es el hombre más desgraciado de la tierra; que aunque es caballero es pobre, y esto le imposibilita de pensar siquiera en hablar á Vd.; que moriría contento por pasar una hora al lado de Vd....

— Todo eso ha dicho? — exclamó Clara con una emoción y curiosidad simpática.

— Todo eso y otras muchas cosas que no recuerdo; pero lo decia de una manera, que se me saltaban las lágrimas. Pobrecillo! Por supuesto que me ha pedido poco menos que de rodillas que no diga á Vd. nada. Me dijo que me lo contaba porque no podia contenerse y sentia consuelo en contármelo á mi que vivo al lado de Vd.

— Y cómo fué arrojar el libro?

— Ah! A eso voy. Dice que habia oido decir por ahí que se casaba Vd. con el señorito Alfonso. Que él sabe quién es el señorito Alfonso; que le conoce de Andalucía; que es un botarate, un calavera; que está tronado y hace tiempo anda á caza de mujer rica.

Clara estaba estupefacta: sus sospechas se confirmaban.

— Me dijo, — continuó Pilar, — que la idea de que cayese Vd. en las garras de ese pillo (son sus palabras), y los celos, le cegaron de tal modo, que al verle con Vd. en el jardín cogió lo primero que encontró á mano, y cuando reflexionó en su imprudencia cayó en que habia arrojado el único ejemplar de sus poesías. Por eso ha venido á pedírmelas, con condición que Vd. no se entere de nada. Ah! Me ha dicho que el dia que sepa que Vd. se casa con ese ó cualquier hombre se pega un tiro, pues no puede vivir viéndola á Vd. en brazos de hombres incapaces de quererla á Vd. como él la quiere.

Por centenares podían contarse las apasionadas declaraciones que Clara habia escuchado indiferente é incrédula, y sin embargo las palabras de su doncella hacían vibrar como descargas eléctricas todas las fibras de su corazón. El silencio de aquel hombre que la adoraba en secreto fué para ella más elocuente y persuasivo. Su corazón y su pensamiento se reconcentraron para absorber, pesar y comprender cada una de las palabras de Pilar. Por primera vez Clara creyó escuchar la voz de la verdad, y quedó como estática.