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La media naranja — 375

Toda esta metafísica está contenida en la frase titular de esta historia: La média naranja.

Gonzalo habia presentido en Clara su média naranja.

Clara habia vislumbrado en Gonzalo su média naranja.

Un hilo de arana existia ya entre aquellas dos mitades. Un tropiezo podia romperle; una casualidad podia convertir el hilo en cadena de acero.

Se unirán las dos médias naranjas?

Allá lo verémos.

Entre tanto, perdón por esta filosofía y vamos al cuento, que es lo que nos interesa.


VII.

Para entrar en la estancia de una mujer elegante y hermosa parece que hasta el sol limpia sus rayos y los purifica al pasar por el cristal de una primorosa ventana.

Limpio, fijo, y más lleno de esplendor que el lema de la Academia, caia un templado rayo del sol sobre la blanca esfera de un reló de bronce dorado, colocado sobre una chimenea de mármol blanco, y hacía relucir las manecillas, que señalaban las doce y media.

Una vez allí dentro, el rayo de sol se complacía en comerse el azul de la lujosa sillería, en pasar al través de las colgaduras, que se trasparentaban con vigorosos claro-oscuros; en trazar caprichosos vivos, cortados por sombras rectangulares, sobre la preciosa alfombra; en descomponerse en mil iris á través de los objetos de cristal; en reflejarse en los espejos; en brillar en todos los dorados y pulidas maderas; en reproducir en sombra por suelos y paredes, graciosamente desfigurados, mil caprichosos objetos que llenaban las mesas y etagéres; en trepar por las paredes, avivar los matices, templar la atmósfera, juguetear con el azulado polvillo que se agita en el espacio y es acaso el cuerpo de nuestros abuelos ó el gérmen de nuestros nietos; y por último, en rodear de reflejos, calor y vida á una hermosa mujer que estaba sentada en una butaca situada frente al reló.

Clara era aquella mujer, y hasta su nombre luminoso parecía adecuado á su hermosura, clara y esplendente como la del enamorado rayo de sol que la acariciaba.