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La media naranja — 379

toma Vd. por una mujer extravagante, por una libre pensadora, una sectaria de Jorge Sand, una....

— No, Clara....

— Si, Alfonso, lo comprendo; es natural que piense Vd. mal de mí; pero ante todo soy sincera, y si hasta hoy le he ocultado mi pensamiento, hoy que me abandono á su confianza creo mi primer deber abrir mi alma, y arrojar todo disimulo. Por eso le confieso á Vd. que después de maduras reflexiones he resuelto firmemente no casarme nunca.

Esta revelación de Clara desconcertó á Alfonso. Todos sus proyectos y esperanzas caian por tierra. Esta mujer me quiere para amante, se dijo entre sí, y aunque esta idea halagaba su amor propio, sus sueños y sus ambiciones se hundían. Cosa rara: aquel calavera deseaba casarse con aquella mujer hermosa; jamas le ocurrió la idea de seducirla. Iba con lo que el mundo llama buen fin, lo cual prueba que los más buenos fines suelen obedecer á los más malos principios; que no siempre es casarse lo más honrado, y que hay mil maridos más viles en su virtud que los seductores en su depravación.

Alfonso sondeó rápidamente su corazón; Clara le pareció una calavera, y él se creyó un hombre de bien; pero comprendió que una vacilación de su parte podia avivar las dadas de Clara, y por lo pronto resolvió apoderarse de su corazón, abandonarse á la lógica de aquella situación, y más adelante ver de casarse honradamente con aquella mujer que, al parecer, pretendía ser su querida.

Todo esto lo meditó Alfonso en un segundo, y con exajerada vehemencia respondió:

— Clara: su revelación de Vd., lejos de hacerme formar la mala idea que supone, me hace ver que Vd. es la mujer de mis sueños; la mujer que no sólo responde á mi modo de sentir, sino á mis pensamientos. Nunca la hubiera á Vd. dicho mi modo de pensar por temor de aparecer inmoral á sus ojos; pero ya que su declararación de Vd. responde en todo á mis doctrinas, le diré á Vd. que creo que el matrimonio, no sólo es una infelicidad sino hasta un atentado á las leyes de la naturaleza. No hay más vínculo entre dos almas que el amor, ni más ley que la voluntad, ni más deber que la conciencia. Nada hay para mi tan inícuo como esos enlaces en que al esclavizar el cuerpo, lo primero que se hace son los contratos de una venta mútua, y se habla de los intereses.... Ah!