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—pero su voz no denotaba ansiedad, aunque debía parecerle poco atento de su parte mostrarse indiferente con respecto á lo que había costado tanto trabajo conseguir.

¡Qué lindo cofre—exclamó, mirándolo atentamente. Parece trabajo indio.

Sí; de las famosas obras de metal de Benarés.

¡Y qué pesado—exclamó tratando de alzarlo. Sólo el cofre vale bastante. ¿Y la llave?

—Small la arrojó al Támesis contesté. Pero usted me prestará un formón.

En la parte delantera del cofre había un pestillo, muy grueso y muy sólido, en el que estaba grabada una imagen de Buda, sentado. Metí por debajo la punta del formón, y lo levanté como una palanca. El pestillo saltó ruidosamente, y yo alcé la tapa con mano temblorosa. Amhos nos miramos con asombro. El cofre estaba va1 cío!

No había que admirarse de que fuera tan pesado. Las paredes, de hierro macizo, tenían una pulgada de grueso. Era un cofre sólido y bien fabricado, una especie de arca hecha para el transporte de objetos de gran valor. Pero en su interior no había una sola joya, ni el más pequeño trozo de metal. Estaba absoluta, completamente vacío.