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» por lo »á mis que traté una y otra vez de hacer hablar sikas, pero no obtuve resultado.

»La ronda pasó á las dos de la mañana, y por »un momento rompió el fastidio de la noche.

» Viendo que mis compañeros no querían aceptar »mi conversación, saqué mi pipa, y puse en el »suelo mi carabina para encender un fósforo. En Del mismo instante me asaltaron los dos sikas:

vel uno me apuntó á la cabeza con la carabina, vel otro me puso en el cuello la punta de un gran »cuchillo, jurando entre dientes que al menor »movimiento de mi parte, lo hundiría hasta el »puño.

»Mi primer pensamiento fué que los dos esta»ban confabulados con los rebeldes, y que ese no Dera más que el acto preparatorio de un asalto.

» Caída esa entrada en manos de los rebeldes, el » fuerte entero les perteneceria, y las mujeres y »niños que estaban dentro scrían tratados como »los de Cawnpore.

» Ustedes creerán, tal vez, señores, que yo tra»to de presentarme con méritos que no tengo; cuando esa idea »pero les doy mi palabra de que, »me pasó por la mente, abrí la boca, aunque sen»tía en mi garganta la punta del cuchillo, con la »intención de lanzar un grito, seguramente el último que salicra de mi boca, y hacer que la »guardia acudiera.