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Página:La teoría de la relatividad de Einstein.djvu/142

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Las leyes fundamentales de la óptica.

vibraciones luminosas y que cambian con extraordinaria rapidez (600 billones de veces por segundo) están, con respecto a los procesos relativamente lentos de los movimientos planetarios en su curso temporal, en una relación mucho más extrema que el martillazo con respecto al peso depositado sobre la pez. Por eso puede funcionar el éter para la luz como cuerpo sólido elástico y, en cambio, ser por completo dócil al movimiento de los planetas.

Pero aun cuando se quiera hallar satisfacción con este espacio cósmico lleno de pez, surgen serias dificultades de las leyes mismas de la propagación de la luz. Sobre todo, en los cuerpos sólidos elásticos preséntase siempre, además de las dos ondas transversales, una onda longitudinal; si se sigue la refracción de una onda en el límite de dos medios y se admite que la onda en el primer medio vibra transversalmente, entonces en el segundo medio surge necesariamente al mismo tiempo una vibración longitudinal. Han fracasado todos los intentos de evitar esa consecuencia de la teoría por medio de variaciones más o menos caprichosas. Se llegó incluso a hipótesis tan singulares como la de que el éter ofrece a la compresión una resistencia infinitamente pequeña o infinitamente grande, comparada con la rigidez frente al desplazamiento transversal; en el primer caso, las ondas longitudinales serían infinitamente lentas; en el segundo, infinitamente rápidas; pero en ningún caso se manifestarían en forma de luz. Un físico, Mac Cullagh (1839), llegó hasta el punto de construir un éter que se separaba por completo del modelo de los cuerpos elásticos; en efecto, mientras éstos oponen resistencia a toda variación de distancia entre sus partículas, pero siguen sin resistencia las meras rotaciones, el éter de Mac Cullagh, en cambio, se conduce inversamente. No podemos detenernos más en esta teoría; por extraña que parezca, es, sin embargo, muy significativa como predecesora de la teoría electromagnética de la luz. Conduce casi a las mismas fórmulas que ésta, y está, efectivamente, en disposición de exponer los procesos ópticos con bastante amplitud. Es claro que, por medio de contrucciones caprichosas, cabe en-