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La teoría de la relatividad de Einstein.

la moderna investigación molecular lo confirma— que esas propiedades visibles, groseras, sean una especie de apariencia, a que nos conduce engañosamente la torpeza de los métodos de observación; mientras que los procesos efectivos, entre los mínimos pilares de la construcción, átomos, moléculas y electrones, se verificarían por leyes muy distintas. Por eso es un prejuicio ingenuo el creer que todo medio continuo, como el éter, ha de conducirse de la manera como se conducen los flúidos y los sólidos, en apariencia continuos, del mundo sensible que se ofrece a nuestros torpes sentidos. Las propiedades del éter deben ser establecidas merced al estudio de los procesos que en él se verifican, independientemente de las demás experiencias. El resultado de estas investigaciones puede expresarse así: el estado del éter puede describirse por dos magnitudes dirigidas, que llevan los nombres de campos eléctricos y campos magnéticos E y H, y cuyas variaciones especiales y temporales están enlazadas por las ecuaciones de Maxwell; en ciertas circunstancias, el estado del éter condiciona acciones mecánicas, térmicas, químicas, sobre la materia, las cuales pueden llegar a ser observadas.

Todo lo que exceda de estas afirmaciones es hipótesis superflua, es fantasía. Se objetará que tal concepción abstracta encadena la inventiva del investigador, que necesita el estimulo de las imágenes intuitivas, de las analogías. Pero el ejemplo del mismo Hertz refuta este aserto; pues rara vez se han dado en un físico tanta inventiva experimental unida a tan pura abstracción de la teoría.

11. Teoría de Hertz sobre los cuerpos en movimiento.

Más importante que el pseudoproblema de la interpretación mecánica en los procesos del éter es la cuestión del influjo que tienen sobre los fenómenos electromagnéticos los movimientos de los cuerpos, entre los cuales hay que contar el éter fuera de la materia. Así volvemos, desde un punto de vista más general, a las investigaciones que antes hemos esta-