blecido acerca de la óptica de los cuerpos en movimiento (IV, 7-11). Ahora es la óptica una parte de la electrodinámica, y el éter luminoso es idéntico al éter electromagnético. Todas las conclusiones que hubimos de sacar de las observaciones ópticas acerca de la conducta que observa el éter luminoso deben conservar su validez, puesto que no dependen evidentemente del mecanismo de las vibraciones luminosas; nuestra investigación referíase sólo a los caracteres geométricos de una onda luminosa: número de vibraciones (efecto de Doppler), velocidad (arrastre) y dirección de la propagación (aberración).
Hemos visto que hasta la época en que se desarrolló la teoría electromagnética de la luz no habla asequibles a la medición mas que magnitudes del primer orden respecto de . Y el resultado de esas observaciones pudo expresarse, en forma de «principio óptico de relatividad», de la manera siguiente: los procesos ópticos dependen solamente de los movimientos relativos de los cuerpos materiales, que en esos procesos participan, como focos luminosos, como medios de propagación, como cuerpos receptores; en un sistema de referencia movido en traslación verifícanse todos los procesos ópticos inferiores, como si el sistema permaneciese inmóvil en el éter.
Para explicar este hecho había dos teorías. La de Stokes admitía que el éter en el interior de la materia es totalmente arrastrado por ésta en su movimiento; la de Fresnel, en cambio, limitábase a admitir un arrastre parcial, cuya cantidad podía inferirse de ciertos experimentos. Hemos visto que la teoría de Stokes, desenvuelta con coherencia, tropieza con dificultades y, en cambio, que la de Fresnel expone satisfactoriamente todos los fenómenos.
En la teoría electromagnética son ambos puntos de vista posibles también: o un arrastre total, según Stokes, o uno parcial, según Fresnel. Se trata ahora de saber si por medio de observaciones puramente electromagnéticas puede conseguirse una decisión entre ambas hipótesis.
La hipótesis del arrastre total la aplicó primero Hertz sis-