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Introducción.

¿En qué consiste esa potencia? ¿Cuáles son su escudo y su espada?

Es, a un tiempo mismo, una pretensión y una renuncia. Las ciencias exactas tienen la pretensión de alcanzar proposiciones objetivas; pero renuncian a la validez absoluta de ellas. Esta fórmula hará resaltar la oposición siguiente.

Todas las intuiciones inmediatas conducen a proposiciones, a las cuales hay que atribuir cierta validez absoluta. Si yo veo una flor roja, si yo siento un dolor o un placer, son éstos acontecimientos de los cuales fuera absurdo dudar. Valen indiscutiblemente, pero valen sólo para mí; son absolutos, pero subjetivos. El afán todo del conocimiento humano es salir del estrecho círculo del yo, del más estrecho círculo todavía del yo en este momento, para ingresar en una comunidad con otros seres espirituales. En primer término, será una comunión con el propio yo, tal como se presenta en otros momentos; luego una comunión con otros hombres o dioses. Todas las religiones, las filosofías, las ciencias, son procedimientos inventados con el fin de amplificar el yo y convertirlo en nosotros. Pero los caminos para conseguirlo son distintos, y nos hallamos nuevamente ante el caos de las teorías y opiniones contrapuestas. Mas ya no le tememos; sabemos ordenar teorías y opiniones, según la significación o importancia que se le concede al sujeto en el proceder empleado para llegar a la común inteligencia; así, volvemos a nuestro principio, pues el proceso de común inteligencia, cuando está terminado, es la imagen del universo. Manifiéstanse aqui otra vez dos polos opuestos.

Unos no quieren renunciar, no quieren sacrificar lo absoluto; por lo cual atiénense al yo y crean una imagen del mundo que ha de despertarse en las otras almas, no por un método sistemático, sino por el efecto inconcebible de los medios expresivos religiosos, artísticos, poéticos. Dominan aquí la fe, el fervor piadoso, el amor de la comunión fraternal; pero muchas veces también el fanatismo, la intolerancia, la violencia espiritual.