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La teoría de la relatividad de Einstein.

Otros sacrifican lo absoluto. Descubren, no sin temblar muchas veces, la incomunicabilidad de la intuición anímica; deponen la lucha con lo inasequible y se resignan. Pero al menos quieren conseguir una inteligencia en el círculo de lo asequible. Por lo cual buscan lo común al propio yo y al yo ajeno, y lo mejor que en este punto encuentran no son intuiciones del alma misma, no sensaciones, representaciones, sentimientos, sino conceptos abstractos de índole sencillísima, números, formas lógicas, y, en suma, los medios de expresión que emplean las ciencias exactas de la naturaleza. Ya no se trata aquí de lo absoluto. La altura de una torre no se siente ya, a modo de una inspiración, sino que se mide por metros y centímetros. El curso de una vida no es ya sentido como tiempo que fluye, sino que se cuenta por años y días. Medidas relativas vienen a ocupar el puesto de las impresiones absolutas. Y nace así un mundo estrecho, unilateral, de perfiles recortados y duros, desprovisto de todo el encanto de los sentidos, carente de colores y de resonancias. Pero esta imagen del mundo tiene una ventaja sobre todas las demás; no cabe dudar de que es transmisible de espíritu a espíritu. Podemos todos entendernos fácilmente sobre si el hierro tiene más peso específico que la madera; sobre si el agua se hiela más fácilmente que el mercurio; sobre si Sirio es planeta o estrella fija. Pueden producirse discusiones, sin duda; y muchas veces acaso parecerá que tal o cual teoría nueva tira por la borda todos los «hechos» viejos. Sin embargo, quien no retroceda ante el esfuerzo necesario para penetrar en lo íntimo de ese mundo, sentirá cómo van creciendo los territorios conocidos con certeza; y al sentirlo, desaparece el dolor del alma solitaria y tiéndese el puente que la une con los espíritus afines.

Así, hemos intentado expresar la esencia de la indagación naturalista, y ahora podemos incluir en su esfera la teoría de la relatividad de Einstein.

Es, ante todo, un producto puro de ese afán de excluir el yo, la sensación y la intuición. Hemos hablado de los sonidos imperceptibles, de la luz invisible de la física; otro tanto en-