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La teoría de la relatividad de Einstein.

OC, trazada por el punto cero en el plano de onda, es la dirección de propagación; si D es la proyección de C sobre el eje x, será OD = d, la desviación que hay que dar a un telescopio paralelo al eje y y de longitud DC = l, durante el tiempo que la luz necesita para recorrer el tubo, para que un rayo de luz que toque en C el centro del objetivo alcance justamente en O el centro del ocular. Es, pues, la constante de aberración. Por la semejanza de los triángulos OCD y BOA, resulta la proporción:

.

Esta es la fórmula exacta de la aberración. Si se desprecia β2. comparado con 1, transfórmase en la fórmula elemental

Este resultado es particularmente notable, porque todas las teorías del éter habían de resolver considerables dificultades al explicar la aberración. Empleando la transformación de Galileo, no se obtiene ninguna inclinación del plano de onda y de la dirección de las ondas (IV, 10, pág. 159), y para explicar la aberración hay que introducir entonces el concepto de «rayo», que no necesita concordar con la dirección de propagación en los sistemas en movimiento. En la teoría de Einstein no es ello necesario; en todo sistema inercial S, la dirección del rayo, es decir, del transporte de energía, coincide con la perpendicular sobre el plano de onda, y, sin embargo, resulta la aberración, en la misma sencilla manera que el efecto de Doppler y el número de arrastre de Fresnel, con sólo deducirla del concepto de onda, por medio de la transformación de Lorentz.

Esta deducción de las leyes fundamentales de la óptica de los cuerpos en movimiento demuestra la superioridad de la teoría de la relatividad frente a todas las demás teorías.