péndulo oscila en el ecuador algo más lentamente que en las comarcas del Norte o del Sur; en un día, es decir, en una revolución de la Tierra, verifícanse en el ecuador menos oscilaciones. Esta diminución es muy regular hasta los polos, en donde g tiene su máximo valor. Más tarde veremos la causa de este fenómeno; por ahora, basta con su comprobación. Pero el hecho tiene muy incómodas consecuencias para el sistema de medidas con que nosotros hemos medido hasta ahora las fuerzas y las masas.
Mientras no hacemos mas que comparar pesos con la balanza de palanca, no hay dificultad. Pero figurémonos una balanza de resorte igualada con pesos; si se traslada a comarcas más al Sur o más al Norte, se encontrará que, cargada con los mismos pesos, da distintas oscilaciones. Por tanto, si se identifica, como hasta ahora hemos hecho, el peso con la fuerza, no queda otro recurso que afirmar: la fuerza del resorte se ha alterado y depende de la latitud geográfica. Mas evidentemente no es éste el caso; no se ha alterado la fuerza del resorte, sino la fuerza de la gravedad; es, pues, falso tomar como unidad de fuerza el peso de un cuerpo determinado en todos los lugares de la Tierra. Pero se puede elegir como unidad de fuerza el peso de un cuerpo determinado en un lugar determinado de la Tierra; éste puede luego, cuando la aceleración de la pesantez g sea conocida por mediciones pendulares, trasladarse a otros lugares. Así procede realmente la técnica; su medida de la fuerza es el peso de un cuerpo normal determinado que está en París: el gramo. Lo hemos usado siempre hasta ahora, sin tener en cuenta su variabilidad según el lugar; pero en las mediciones exactas hay que hacer la reducción al lugar normal (París).
La ciencia ha abandonado este sistema de medidas, en el cual un lugar del globo es privilegiado, y ha adoptado otro menos caprichoso.
Un método apropiado para ello nos ofrece la ley fundamental de la mecánica misma. En lugar de referir la masa a la fuerza, determínase la masa como cantidad fundamental de la dimen-