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sam 99 sus hermanas y del porvenir. Cuando las locuras humanas obedecen á causa tan desinteresada como esa, á menudo les damos otro nombre...

VI

Sin embargo, menester es decir toda la verdad. En medio de los prodigios de su industria, de su policía y de su renunciamiento, una cosa ha de sorprendernos siempre é interrumpirá nuestra admiración: su indiferencia por la muerte ó la desventura de sus compañeras. Hay en el carácter de la abeja una bifurcación muy extraña. En el seno de la colmena todas se aman y se ayudan. Están tan unidas como los buenos pensamientos de una misma alma. Si herís á una de ellas, mil se sacrificarán por vengar su injuria. Fuera de la colmena no se conocen ya. Mutilad, aplastad, ó más bien guardaos de hacerlo, porque sería una crueldad inútil: el hecho es constante, pero en fin, supongamos que mutiláis, que aplastáis en un panal colocado á pocas varas de su mansión, diez, veinte ó treinta abejas salidas de la misma colmena; las que no hayáis tocado no volverán la cabeza y seguirán bebiendo por medio de su lengua fantástica como un arma china, el líquido que es para ellas más precioso que la vida, indiferentes á las agonías cuyas últimas convulsiones las rozan, y á los gritos de desesperación que se exhalan en torno suyo. Y cuando el panal esté vacío, para que nada se pierda, para recoger la