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de las fundadoras que la han precedido. Podría creerse, al ver la certeza de su determinación y la expectativa de las que la rodean, que es una especie de ingeniero iluminado que señala de pronto en el vacío el sitio que debe ocupar la primera celda, de la que tienen que depender matemáticamente todas las demás. Sea como sea, la abeja pertenece á la clase de las obreras escultoras ó cinceladoras que no producen cera y se contentan con trabajar los materiales que se les suministran. Elige, pues, la posición de la primera celda, ahueca un momento el pedazo de cera, llevando hacia los bordes que se elevan en rededor de la cavidad la que saca del fondo.

Después, y como lo hacían las fundadoras, abandona de repente su esbozo, una obrera impaciente la reemplaza y sigue su obra que una tercera acabará, mientras las otras comienzan alrededor, con el mismo método de trabajo no interrumpido y sucesivo, el resto de la superficie y el lado opuesto de la pared de cera. Diríase que una ley esencial de la colmena divide en ella el orgullo de la tarea, y que toda obra debe ser allí común y anónima, para que sea fraternal...

XV

Pronto se vislumbra el panal naciente. Todavía es lenticular, porque los pequeños tubos prismáticos que lo componen, desigualmente prolongados, van acortándose en una degradación