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»buimos los hombres á esta palabra, la fuerza mental que dirige á las abejas? Decir que es instinto equi>vale sencillamente á modificar los términos en que se formula el problema, figurándose que con esto se ha »dado un paso hacia la solución. Es substituir una pa»labra á otra, no explicar un hecho. Decir que es inte»ligencia y que existe, por decirlo así, una sociología »de las abejas, sometida á un proceso de evolución y de progreso intelectual y político, como se diz pasa para el cerebro de los humanos y los destinos de la humanidad, esto entraña también un fenómeno cuya >explicación nos escapa, y escapará tal vez eterna»mente á los que vivimos en esta tierra, pero cuyo estu»dio, aun cuando resultase estéril, importa muchísi»mo á la comprensión del papel que nos cabe en la creación, al concepto que nos hemos de formar del »carácter de la vida y de la distribución de la misma en el Universo, y ofrece de consiguiente un interés trascendental. » Se necesitaba valor para emprender una historia natural y filosófica de las abejas después de haber sido desarrollado este tema por Huber, con la abundancia y precisión de un naturalista de campanillas que le dedicó veintitantos años de su vida; por Michelet, con la clarovidencia apasionada y el estilo mágico del más artista de los historiadores. No hablo de Darwin, cuyo capítulo consagrado á las abejas en el Origen de las especies, forma una de las más preciosas joyas de este libro inmortal.

Meterlinck ha tenido este valor y le ha salido bien.

Su libro no desmerece de los mejores que hayan sido escritos sobre la materia. No desmerece como fondo, pues harto se ve desde las primeras páginas, que no es un aficionado á la apicultura, sino que tiene el fuego sagrado de la observación y de la experimentación.