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todos los ángulos de las losanges? ¿Quién les dice que comiencen aquí y se detengan allá?

Hay que contentarse, una vez más, con esta respuesta que no dice nada: «Es uno de los misterios de la colmena.» Huber ha tratado de explicar ese misterio, diciendo que, á intervalos dados, por la presión de las patas ó de los dientes, quizá provocarán un ligero relieve en la cara opuesta del panal, ó que se darán cuenta del espesor más o menos grande del trozo de cera, por la flexibilidad, la elasticidad ó alguna otra propiedad física de esa materia, como también que sus antenas parecen prestarse al examen de las partes más sutiles y cortorneadas de los objetos, y les sirven de compás en lo invisible, y, por fin, que la relación de todas las celdas deriva matemáticamente de la disposición y las dimensiones de las de la primera fila, sin que se necesiten otras medidas. Pero se ve que estas explicaciones no son suficientes: las primeras son hipótesis inverificables; las demás no hacen sino cambiar de sitio al misterio. Bueno es hacer cambiar de sitio á los misterios lo más á menudo que se pueda, pero no hay que hacerse la ilusión de que una mudanza basta para destruirlos.

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