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ba de depositar en ella. Desde ese momento hasta los primeros fríos del otoño la reina no se detiene ya, poniendo mientras la alimentan, y durmiendo si es que duerme, sin dejar de poner. Representa desde ese momento la potencia devoradora del porvenir que invade todos los rincones del reino. Sigue paso á paso á las infelices obreras que se matan construyendo las cunas que su fecundidad reclama. Asístese así á un concurso de dos instintos poderosos cuyas peripecias iluminan, para mostrarlos si no para resolverlos, varios enigmas de la colmena.

Sucede, por ejemplo, que las obreras logran cierta ventaja. Obedeciendo á sus costumbres de buenas amas de casa que se preocupan de las provisiones para los malos días, apresúranse á Îlenar de miel las celdas conquistadas á la avidez de la especie. Pero la reina se acerca; es menester que los bienes materiales retrocedan ante la idea de la Naturaleza, y las obreras trastornadas desocupan apresuradamente el importuno tesoro.

Sucede también que su ventaja sea de un panal entero': entonces, no teniendo ante la vista á la que representa la tiranía de los días que nadie ha de ver, se aprovechan para edificar con la mayor rapidez posible, una zona de grandes celdas, celdas de machos, cuya construcción es mucho más fácil y rápida. Llegada á esa zona ingrata, la reina deposita en ella desganadamente algunos huevecillos: la deja atrás y va, en su límite, á exigir nuevas celdas de obreras; las trabajadoras obedecen, estrechan gradualmente