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nar de aire las bolsas de las tráqueas, que se hinchan, desarrollan todo su cuerpo y la convierten desde ese instante en la esposa del espacio. Vuelve en seguida, aguarda una semana más, y entonces se organiza, en compañía de las hermanas de la misma edad, su primera salida de recolectora, en medio de una conmoción muy especial, que los apicultores llaman el afuego de artificio.» Debería, más bien, decirse, el fuego de inquietud.» se ve, en efecto, que tienen miedo; hijas de la sombra estrecha y de la muchedumbre, se ve que tienen miedo del abismo azul y de la soledad infinita de la luz, y su júbilo vacilante está tejido de terrores. Se pasean en el umbral, vacilan, parten y retornan veinte veces. Se balancean en el aire, con la cabeza obstinadamente vuelta hacia la casa natal, describen grandes círculos que se elevan y que, de pronto, caen como bajo el peso de una pena, y sus trece mil ojos interrogan, reflejan y conservan á la vez la imagen de todos los árboles, de la fuente, de la reja, de la espaldera, de los techos y las ventanas de los alrededores, hasta que el camino aéreo por donde se deslizarán al regreso, quede tan inflexiblemente trazado en su memoria como si dos hilos de acero lo señalaran en la atmósfera.

He aquí un nuevo misterio. Interroguémoslo como los demás, y calla como ellos, su silencio ensanchará á lo menos con unas cuantas fanegas nebulosas pero sembradas de buena vOluntad, el campo de nuestra ignorancia consciente, el más fértil de los que posee nuestra ac