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tividad. ¿Cómo hallan las abejas su morada que, á veces, es imposible que vean, que á menudo está oculta bajo los árboles, y cuya entrada no es, en todo caso, más que un imperceptible punto en la extensión sin límites? ¿Cómo es que, transportadas en una caja á dos ó tres kilómetros de la colmena, rara vez se extravían?

¿La distinguen & través de los obstáculos?

Oriéntanse con la ayuda de puntos de referencia, ó poseen ese sentido especial y poco conocido que atribuimos á ciertos animales, á las golondrinas y á las palomas, por ejemplo, y que se llama el sentido de la dirección? Los experimentos de J. H. Fabre, de Lubbock y especialmente los de M. Romanes (Nature, 29 de octubre de 1886), parecen establecer que no son guiadas por ese instinto extraño. Por otra parte, he comprobado más de una vez que no prestan atención alguna á la forma ó al color de la colmena. Parecen detenerse más sobre el aspecto acostumbrado del plato en que descansa la casa, sobre la disposición de la entrada y de la tablita de arribo. (1) Pero eso mismo es accesorio, y si durante la ausencia de las acopiadoras se modifica por completo la fachada de su mansión, no dejan de volver directamente á ella des1 (1) La tablita de arribo que é menudo no es más que la prolongación del delantal ó del plato sobre que descansa la colmena, forma una especie de pórtico, atrio ó descanso, ante la entrada principal ó agujero de vuelo.