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→ 155el deber innato de la multiplicación de la especie, con la conservación de la casta y sus vástagos. Algunas veces se equivocan, lanzan sucesivamente tres ó cuatro enjambres que debilitan por completo la ciudad madre y que, demasiado débiles también para organizarse lo bastante pronto, sorprendidos por nuestro clima que no es el suyo de origen, del que las abejas conservan el recuerdo á pesar de todo, sucumben á la entrada del invierno. Son víctimas, entonces, de lo que se llama la «fiebre de la enjambrazón, que es, como la fiebre común, una especie de reacción demasiado ardiente de la vida, reacción que va más allá de su objeto, cierra el círculo encuentra la muerte.

1 M Ninguna de las resoluciones que van á tomar parece imponerse, y si el hombre permanece como simple espectador, no puede prever la que elegirán. Pero lo que demuestra que la elección es siempre razonada, es que el hombre puede influir en ella, hasta determinarla, modificando ciertas circunstancias, disminuyendo ó aumentando, por ejemplo, el espacio que acuerda, sacando panales llenos de miel para substituirlos con panales vacíos pero provistos de celdas de obreras.

Trátase, pues, no de que sepan si han de