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conducir á su objeto dos fuerzas opuestas. No ignoran que si las reinas jóvenes que tratan de nacer lograran escaparse, caerían en manos de su hermana mayor, invencible ya, que las destruiría una por una. Así, á medida que una de las emparedadas adelgaza interiormente las puertas de la torre, las obreras la cubren por el lado de afuera de una nueva capa de cera, y la impaciente se encarniza en su trabajo, sin sospechar que está royendo un obstáculo que renace de sus ruinas. Al mismo tiempo se escuchan las provocaciones de la rival, y conociendo su destino y su deber real aun antes de haber podido lanzar una mirada á la existencia y saber lo que es una colmena, la otra contesta heroicamente desde el fondo de su cárcel. Pero como su grito tiene que atravesar las paredes de una tumba, es muy diferente del de la reina, sofocado, cavernoso, y el criador de abejas que se acerca al caer la tarde, cuando los ruidos se adormecen en la campiña y se eleva el silencio de las estrellas, é interroga la entrada de las ciudades maravillosas, reconoce y comprende lo que anuncia el diálogo de la virgen que vaga y de las vírgenes cautivas.

VIII

Esta prolongada reclusión es, por otra parte, favorable á las jóvenes abejas que salen de ella ya maduras, vigorosas y prontas para tender el VIDA DE LAS ABEJAS .—11