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millares de alas abnegadas, ó perderse con ella cuando el amor la arrastra tan lejos de la nueva colmena que el camino todavía inusitado del regreso vacila y se dispersa en todas las memorias.

X Pero la ley del porvenir es tan poderosa que ninguna abeja titubea ante estas incertidumbres y estos peligros de muerte. El entusiasmo de los enjambres secundarios y terciarios es igual al del primero. Cuando la ciudad madre ha tomado su decisión, cada una de las jóvenes reinas peligrosas encuentra una bandada de obreras que siguen su fortuna y la acompañan en ese viaje en que hay muchísimo que perder y nada que ganar si no es la esperanza de satisfacer un instinto. ¿Quién les da esa energía, que nosotros no tenemos jamás para romper con el pasado como con un enemigo? ¿& Quién elige entre la multitud las que deben partir, y quién designa las que han de quedar? No se va, ni se queda tal ó cual otra clase, aquí las más jóvenes, allá las más viejas; alrededor de cada reina que ya no ha de volver, se amontonan recolectoras muy viejas júnto con obreritas que afrontan por primera vez el vértigo del espacio. No es tampoco el azar, la ocasión, el impulso ó el desaliento que dan una idea, un sentimiento ó un instinto, lo que aumenta ó reduce la fuerza proporcional de un