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bién por circunstancias extrañas que no ha previsto en manera alguna? pero, ¿prevé, trata de mantener algo? La Naturaleza, se dirá, es una palabra con que cubrimos lo incognoscible, y pocos hechos decisivos autorizan á atribuirle un objeto y una inteligencia. Es verdad. Aquí estamos manejando los vasos herméticamente cerrados que amueblan nuestra concepción del Universo. Para no poner invariablemente sobre ellos la inscripción desconocida que desalienta é impone silencio, les grabamos, según su forma y su tamaño, las palabras Naturaleza», «Vida», «Muerte», «Infinito», «Selección», «Genio de la especie», y muchos otros, así como los que nos precedieron habíanles puesto los nombres de Dios», «Providencia», «Destino», «Recompenetc. Eso, si se quiere y nada más. Pero si su interior permanece obscuro, por lo menos hemos ganado esto que siendo la inspripción menos amenazadora, podemos acercarnos á los vasos, tocarlos, aplicarles el oído con saludable curiosidada>, Pero, cualquier nombre que se le ponga, lo cierto es que uno de esos vasos, el más grande, el que lleva al costado la palabra «Naturaleza, encierra una fuerza muy real, la más real de todas, y que sabe mantener sobre nuestro globo una cantidad y una calidad de vida, enorme y maravillosa, por medios tan ingeniosos que, puede decirse sin exageración, ultrapasan cuanto el genio del hombre sería capaz de organizar.

Esta cantidad y esta calidad, ¿se mantendrían por otros medios? ¿Nos engañamos cuando cree-