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mos ver precauciones en aquello en que quizá no haya más que un azar afortunado que sobrevive á un millón de desgraciadas casualidades?

XV

Puede ser; pero esas casualidades afortunadas nos dan, entonces, lecciones de admiración que igualan á las que hallaríamos más arriba de la casualidad. No nos limitemos á mirar los seres que tienen una chispa de inteligencia ó de conciencia y que pueden luchar contra las leyes ciegas, no nos inclinemos siquiera sobre los primeros representantes nebulosos del reino animal que comienza: los Protozoarios. Los experimentos del célebre microscopista M. H. J. Carter, F. R. S., demuestran, en efecto, que ya en embriones tan infimos como los mixomicetes, se manifiestan una voluntad, deseos y preferencias; que se notan movimientos de astucia en, infusorios privados de todo organismo aparente, tales como el Amaba que espía con disimulada paciencia á las jóvenes Acinetas á la salida del ovario materno, porque sabe que en ese momento no tienen todavía tentáculos venenosos. Ahora bien, el Amaba no posee ni sistema nervioso ni órgano de especie alguna que se pueda observar. Vamos directamente á los vegetales que son inmóviles y parecen sometidos á todas las fatalidades, y sin detenernos en las plantas car-