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bres, & agruparlos de un modo algo más armonioso que el que cabe en una guía, en un manual práctico ó en una monografía científica.

Quien haya leído este libro no se hallará en condiciones de dirigir una colmena, pero conocerá más o menos todo cuanto se sabe de seguro, de curioso, de profundo y de íntimo acerca de sus habitantes. No es nada en comparación de lo que queda por averiguar. Pasaré por alto todas las tradiciones erróneas que constituyen todavía en el campo y en muchos libros, la fábula del colmenar. Cuando haya duda, desacuerdo, hipótesis, cuando toque lo desconocido, he de declararlo lealmente. Ya se verá que nos detenemos á menudo ante lo desconocido. Fuera de los grandes actos sensibles de su policía y de su actividad, nada muy preciso se sabe sobre las fabulosas hijas de Aristeo. A medida que se las cultiva se aprende á ignorar más las profundidades de su existencia real, pero esa es ya una manera de ignorar mejor que la ignorancia inconsciente y satisfecha que constituye el fondo de nuestra ciencia de la vida, y eso es probablemente todo cuanto el hombre puede vanagloriarse de aprender en este mundo.

1 ¿ Existía algún trabajo análogo sobre la abeja?

En cuanto á mí, aunque crea haber leído casi todo cuanto se ha escrito sobre ella, no conozco, en el género, sino el capítulo que le reserva Michelet al final del Insecto, y el ensayo que le consagra Ludwig Büchner, el célebre autor de Fuerza y Materia, en su Geistes—Leben der Thiere. Michelet ha desflorado apenas el asunto;