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1 de los mismos panales, en la obscuridad de la colmena. Pero son los agentes del amor, y los dones más enormes y más inútiles se arrojan á manos llenas en el abismo del porvenir. Uno entre mil de ellos tendrá que descubrir, una vez en la vida, en lo profundo del azul del cielo, la presencia de la virgen real. Uno entre mil tendrá que seguir un instante por el espacio, la pista de la hembra que no trata de escapar.

Basta con eso. La potencia parcial ha abierto hasta el extremo, hasta el delirio sus inauditos tesoros. A cada uno de esos amantes improbables, de los que novecientos noventa y nueve serán asesinados pocos días después de las bodas del milésimo, la Naturaleza le ha dado trece mil ojos de cada lado de la cabeza, cuando la obrera sólo tiene seis mil. Ha provisto sus antenas, según los cálculos de Cheshire, con treinta y siete mil ochocientas cavidades olfatorias, cuando la obrera no posee más que cinco mil.

He ahí un ejemplo de la desproporción que se observa en todas partes poco más o menos lo mismo, entre los dones que acuerda al amor y los que regatea al trabajo, entre el favor que esparce sobre lo que da vuelo á la vida en un placer, y la indiferencia en que abandona á quien se mantiene pacientemente en el afán. El que quisiera pintar con verdad el carácter de la Naturaleza, de acuerdo con esta clase de rasgos, haría de ella una figura extraordinaria, sin relación alguna con nuestro ideal que, sin embargo, debe proceder de ella también. Pero el hombre ignora demasiadas cosas para que pueda em-