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humano. Lo mismo que en un principio lo disuade de ese ideal, le enseña á volver á él. La Naturaleza no podría dar malos consejos á un espíritu, para quien toda verdad, que no sea por lo menos tan alta como la verdad de su propio deseo, no parece lo bastante elevada para ser definitiva y digna del grandioso plan que se esfuerza por abarcar. Nada cambia de sitio en su vida sino para subir con él y por mucho tiempo aún se dirá que sube, mientras se acerque á la antigua imagen del bien. Pero todo en su pensamiento se transforma con mayor libertad, y puede descender impunemente en su contemplación apasionada hasta amar, tanto como si fueran virtudes, las contradicciones más crueles y más inmorales de la vida, porque tiene el presentimiento de que una multitud de valles sucesivos conducen & la meseta que espera. Esta contemplación y este amor no impiden que, buscando la certidumbre y aun cuando sus investigaciones lo lleven á lo opuesto de lo que ama, organice su conducta sobre la verdad más humanamente bella y se atenga á lo provisional más elevado. Todo lo que aumenta la virtud bienhechora entra inmediatamente en su vida ; todo lo que la empequeñecería queda en suspenso, como esas sales insolubles que no se conmoverán sino en el instante del experimento decisivo. Puede aceptar una verdad inferior, pero para obrar de acuerdo con esa verdad, aguardará, durante siglos si es necesario, á ver la relación que esa verdad debe tener con verda-