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Remontémonos á las bodas trágicas de la reina. En el ejemplo que nos ocupa, la Naturaleza quiere, pues, en vista de la fecundación cruzada, que la unión del zángano y la reina abeja, sólo sea posible en pleno cielo. Pero sus deseos se mezclan como los hilos de una red, y sus leyes más caras tienen que pasar sin tregua á través de la mallas de otras leyes, las que, un instante después, deberán pasar á su vez por entre las mallas de las primeras.

Habiendo poblado ese mismo cielo de innumerables peligros, vientos fríos, corrientes, borrascas, vértigos, pájaros, insectos, gotas de agua que obedecen también á leyes invencibles, necesario es que tome sus medidas para que esa unión sea lo más breve posible. Lo es, gracias á la muerte fulminante del macho. Un abrazo basta, y la continuación del himeneo se realiza en el seno mismo de la esposa.

Desde las azuladas alturas baja ésta á la colmena mientras palpitan tras ella, como oriflamas, las desplegadas entrañas del amante. Algunos apidólogos pretenden que ante este regreso lleno de promesas, las obreras manifiestan inmenso júbilo. Büchner, entre otros, pinta detalladamente el cuadro. «He espiado muchas veces