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»de gracia ó de pensamiento profundo, no han »hallado nada más perfecto y acaban sencilla»mente por pintar ó describir esto, cuando quie»ren representarnos belleza ó felicidad. He ahí la primer apariencia, que algunos llaman la » verdad.» XI

—Acerquémonos. ¿Comprende usted el canto que tan bien contestaba al follaje de los grandes árboles? Está compuesto de palabrotas y de injurias, y cuando la risa estalla es porque un hombre ó una mujer lanza una obscenidad, ó porque se burlan del más débil, del jorobado que no puede levantar su carga, del cojo que hacen rodar por tierra, del idiota que sirve de hazmereir.

«Hace ya muchos años que los observo. Es»tamos en Normandía; la tierra es fértil y fácil. Hay en torno de esa hacina un poco más »de bienestar del que supone en otras partes una escena de este género. Por consiguiente, »la mayoría de los hombres son alcoholistas, y muchas mujeres también. Otro veneno que no »tengo para qué nombrar, corroe también la ra»za. A él y al alcohol se les deben esos niños que »ve usted ahí: ese enano, ese escrofuloso, ese »patizambo, ese labio leporino, y ese hidrocéfa»lo. Todos ellos, hombres y mujeres, jóvenes y