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eléctricas, el Megachilo centuncular, recorta en las hojas de la rosa perfectos semicírculos que se creerían cortados por un sacabocados, los pliega, los ajusta y forma con ellos un estuche compuesto de una serie de dedalitos perfectamente regulares, cada uno de los cuales es la celda de una larva. Pero apenas bastaría un libro entero para enumerar las costumbres y las habilidades diversas de la muchedumbre sedienta de miel que se agita en todos sentidos sobre las flores ávidas y pasivas, novias encadenadas que aguardan el mensaje de amor conducido por distraídos huéspedes.

IX

Conócese cerca de cuatro mil quinientas especies de abejas silvestres. Dicho se está que no les vamos á pasar revista. Quizá algún día un estudio profundo, observaciones y experimentos que no se han hecho aquí, y que exigirían más de una vida de hombre, iluminen con decisiva luz la historia de la evolución de la abeja. Que yo sepa, hasta ahora esa historia no ha sido metódicamente emprendida. Es de desear que lo sea, porque tocaría á más de un problema tan grande como los de muchas historias humanas.

En cuanto á nosotros, sin afirmar nada más, pues entramos en la región velada de las suposiciones, nos contentaremos con seguir en su E VIDA DE LAS ABEJAS .—16,