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marcha hacia una existencia más inteligente, hacia un poco más de bienestar y de seguridad, á una tribu de himenópteros, y señalaremos con un simple rasgo los puntos salientes de esa ascensión varias veces milenaria. La tribu en cuestión es, ya lo sabemos, la de los Apianos (1) cuyos rasgos esenciales están tan bien fijados y son tan distintos, que no nos está prohibido creer que todos sus miembros descienden de un antepasado único.

Los discípulos de Darwin, entre otros Hermann Müller, consideran una pequeña abeja silvestre, esparcida por todo el Universo, y llamada Prosopis, como la representante actual de la abeja primitiva de que deben haber nacido todas las abejas que conocemos hoy en día.

La infortunada Prosopis es á la habitante de nuestras colmenas, poco más o menos lo que el hombre de las cavernas á los dichosos de nuestras grandes ciudades. Quizá sin advertirlo tengáis ante los ojos á la venerable abuela á la que probablemente debemos la mayoría de nuestras flores y de nuestros frutos. (Se calcula, en efecto, que desaparecerían más de cien (1) Importa no confundir estos tres términos: Apianos, Apidos y Apitos que emplearemos sucesivamente y que tomamos de la clasificación de M. Emile Blanchard.

La tribu apiana comprende toda las familias de abejas. Los ápidos forman la primera de esas familias y se subdividen en tres grupos: las Meliponitas, las Apitas y las Bombitas. Por último, los Apitos encierran las diversas variedades de nuestra abeja doméstica.